Karen Abudinen
Por una política social de largo plazo: ¿Por qué invertir en la gente?

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Potenciar a una persona es la inversión más rentable. ¿Por qué? La respuesta es sencilla y poderosa: porque una persona empoderada es capaz de ser protagonista de su propio desarrollo y de su bienestar.

Pero a su vez,  esa persona es capaz de empoderar a otras personas, como por ejemplo a miembros de su familia y de su comunidad y así crear una cadena de valor en donde todos y todas nos convertimos en agentes del desarrollo social.

La inversión social es clave para la sociedad. Un país es más productivo cuando se invierte en su gente y se le dan las herramientas necesarias para potenciar sus capacidades y habilidades.

Un país es más competitivo cuando se trabaja por y para las personas. Corey Keyes, reconocido psicólogo y sociólogo norteamericano,  introdujo el concepto de social well-being, que estudia las cinco dimensiones del bienestar social: integración social, aceptación social, contribución social, actualización social y coherencia social. Es en estas cinco dimensiones en las que debemos trabajar para garantizar a las personas la posibilidad de alcanzar su bienestar.

Recorriendo las regiones, como directora de Primera Infancia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, he reafirmado mi creencia que invertir en la gente es trabajar por el presente y futuro de un país. He conocido de primera mano cómo iniciativas sociales que giran en torno a las personas tienen un impacto importante sobre su calidad de vida. He visto personalmente cómo programas que ponen a las personas en el centro logran obtener resultados positivos para todos y todas.

Es por esto que a lo largo de mi trayectoria profesional como gerente y articuladora social, he trabajado para que la gestión social sea más humana, más eficiente y más transparente. No existe mayor satisfacción que ver la alegría de un niño y una niña o la tranquilidad de una madre al saber que el Estado está poniendo todos sus esfuerzos en mejorar sus condiciones de vida.

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Esto implica ir más allá de las políticas sociales de corto plazo con enfoque asistencialista que no logran un impacto positivo sobre la vida de las personas. Precisamos modelos de gestión social sostenibles y transparentes en donde el impacto y los resultados se vean reflejados en el bienestar de las personas. Una gestión social con alma y afecto que le devuelva la sonrisa a los niñ@s y la felicidad a los hogares. ¡Esa es mi apuesta!

Requerimos modelos de gestión social donde el sector privado sea un aliado estratégico para mejorar las condiciones de vida de las personas. Un ejemplo de cómo las alianzas con el sector privado multiplican el impacto de la labor social es el Hogar Víctor Tamayo en Barranquilla, proyecto que fue posible gracias a la articulación de esfuerzos entre Tecnoglass, la fundación Maestro Cares de Marc Anthony, Pacific Rubiales, y la alcaldesa de Barranquilla Elsa Noguera. Entre todos logramos unir esfuerzos para brindarle una mejor calidad de vida a 100 niños y niñas de mi ciudad.

Necesitamos también políticas sociales que le devuelvan la alegría a la gente. Políticas sociales de calidad y con visión a largo plazo como la Estrategia de Cero a Siempre, que contempla la integralidad como punto clave para el desarrollo de la Primera Infancia, y que pasará de atender un poco más de 1 millón de niños y niñas a atender más de 2 millones para el 2018. Son estas políticas las que hacen que un país tome el camino correcto hacia el progreso, la equidad y la competitividad.

Esta es una de las razones por las cuales estoy en Estados Unidos visitando colegios públicos de Primera Infancia y asistiendo a conferencias en Harvard sobre calidad en los programas de atención de niños y niñas menores de seis años. Estoy convencida de que la calidad es un componente clave en los programas sociales y que compartiendo experiencias y conocimientos con otros países podemos continuar avanzando.

Escuchando las conferencias de los profesores de Harvard Caterine Snow y David Dickinson sobre calidad y herramientas de apoyo y luego de visitar los colegios públicos estoy completamente convencida que en Colombia vamos por muy buen camino.

Este buen camino está construido por espacios seguros y protectores para que la Primera Infancia de este país reciba atención integral de calidad con equidad, de la mano de agentes educativos cualificados y capacitados y de padres, madres y adultos cuidadores que participen activamente en el desarrollo infantil temprano.

Siguiendo el discurso de los profesores de Harvard, le estamos apostando a un modelo de Primera Infancia de calidad en donde no sólo monitoreamos y realizamos seguimiento a los operadores sino también los acompañamos en estos procesos para que de la mano le aseguremos a l@s niñ@s un futuro mejor. Por esta razón, 290 entidades administradoras del servicio serán fortalecidas en campo y un equipo de 100 agentes acompañarán estos procesos en la Región Caribe.

 Así mismo, visitando los colegios públicos entendí la importancia de organizar y acondicionar los espacios para los niñ@s tal y como lo estamos haciendo con los Centros de Desarrollo Infantil. Los CDIs son palacios en donde niños y niñas con escasos recursos económicos reciben las mismas oportunidades de formación, educación, alimentación y desarrollo que niños y niñas de colegios privados de Colombia. Esto es equidad.

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Siempre he creído que cuando se juntan conocimiento, pasión, transparencia y articulación se pueden lograr grandes transformaciones sociales. Esta es la fórmula en la que creo y por la que trabajo para alcanzar una Colombia educada, equitativa y en paz.

 

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